viernes, 23 de diciembre de 2011

Felicidad artificial

Cada vez que se acerca diciembre la tristeza se apodera de mi. Un cielo gris con frío es perfecto caldo de cultivo para la melancolía. Sin embargo, hay lujos que uno no puede darse cuando hay niños en casa. A la presión social de estar felíz a como de lugar, se suma el enorme sentimiento de culpa de estarle arruinando la navidad a la pobre criatura. Así que uno se pone a sonreir y comprar cosas, a decorar sin muchas ganas, a escuchar jingle bells y a reproducir todos los lugares comunes de estas fechas.
Nieve artificial, felicidad artificial, bondad artificial. Quizá es ésta parte la que más me molesta: que tanta gente haga como que es muy espiritual, como que le importan los pobres -un día al año- y claro, que le pongan cuernitos de reno a sus coches. Frases como "Navidad es tiempo de dar", la cantidad de arbolitos naturales que van a dar al basurero, la cantidad de basura, ¡el gastadero de luz! . A lo único que le encuentro sentido es al viejito que trae regalos...aunque sea extranjero. Es buen detalle que un europeo de la tercera edad se dedique a traerle, gratis, regalos a nuestros hijos. Aunque sigue siendo difícil explicarles a ellos por qué a los que son más pobres no les trae lo que piden.
El origen religioso de esta tradición es más bonito...pero como no soy religiosa. Me he esforzado pero cada vez que, por razones ajenas a mi voluntad, me he tenido que chutar alguna misa, cuando ya logré sobrevivir al aburrimiento, se ponen a hablar bien de Norberto Rivera y es ahí donde la incongruencia luce en su máximo esplendor y confirmo que no pertenezco a esa institución multimillonaria, y que no considero bienaventurados a los pobres puesto que, si encima, son pecadores, les va a tocar doble infierno, ¡uno aquí y otro allá!.  ¿De qué mente perversa puede salir un Dios que quema a sus hijos, a quienes creó "a su imagen y semejanza" en un lago de fuego y azufre por andarse comportando como lo que son: unos animalitos mamíferos que se creen mucho más listos que los demás. Ok, ok. Jingle beeells, jingle bells, jingle all the waaay, Oh what fun it is to ride...

martes, 13 de diciembre de 2011

Primerísima publicación de mi blog :)



Anoche no pudimos dormir por el ruido de los cohetones dedicados amorosamente a la virgen de Guadalupe. ¿Por qué pensarán sus devotos que a ella le gustan esos obsequios ensordecedores y contaminantes? ¿Qué tal si ni siquiera existe?. (Siempre que me planteo estos cuestionamientos me siento muy culpable y temerosa de que me castigue Dios.)
Pero no fueron sólo las detonaciones lo que no me dejó dormir.A ellas se sumó la inquietud de mi perro que siempre que las oye se asusta y tiembla como si estuviera recordando su vida pasada en Irak. O en alguna zona conflictiva de México, para no ir más lejos.
Tan triste nuestro país. Tan desamparado.
Ultimamente pienso mucho en las cosas que podemos hacer las buenas personas para contrarrestar los efectos del mal en la sociedad, que son tantos. Hago de vez en cuando algunas contribuciones a diversas causas: tiempo, presencia, dinero, y me contagio del entusiasmo y la confianza que todavía tienen algunos grupos de idealistas que creen en un mundo mejor como una posibilidad real.
Sin duda, de todo lo que estoy haciendo, lo mejor es educar a mi hija. Me sorprende cada día su bondad y la capacidad que tiene de percibir el entorno respetando, comprendiendo, tolerando. Es sin duda un ser humano mucho mejor que yo.
Hoy, un año después de haber visitado con la escuela un asilo de ancianos, me recordó a la viejita aquella de la que se encariñó tanto ese único día que la vió. Se llamaba Chabelita y le inspiró a mi hija mucha ternura.  La nena me pidió que la llevara a verla.
Hablamos a la escuela para preguntar el nombre, la dirección y el teléfono del asilo, mismo que marcamos pero nunca nos contestaron, así que pasamos por un regalo para Chabelita y nos dirigimos hacia allá, hoy que teníamos tiempo. Consideramos llevarle unas flores pero, a menos que fueran en maceta, se le iban a marchitar. El chiste era darle algo que le durara más.  Decidimos llevarle un peluche para que la abuelita pudiera abrazarlo y recordar así a la niñita que quiso visitarla tan espontáneamente. Un conejo bonito con cara de verdadero.
Llegamos al lugar. Todo cerrado. Nadie en la oficina. Por allá al fondo en una casa vecina, un jardinero nos dijo que hoy no había nadie porque era día festivo y los abuelitos no vivían ahí. Nomás los llevan a pasar el día, de lunes a viernes, y por la noche los devuelven a sus casas en unos camioncitos. (Suena bien. Ese concepto de asilo no es tan desolador como aquellos en que las familias los dejan y los olvidan para siempre.)
Un poco decepcionadas regresamos a casa con el conejo y los chocolates (porque también le llevábamos chocolates, a riesgo de que pudiera ser diabética y no debiera comerlos.) En realidad no sabemos nada de ella excepto su nombre-sin apellido- y que el año pasado mi niñita pasó una mañana con ella y la enseñó a jugar ajedréz.( La niña a la abuelita).
Mi mamá, que en paz descanse, siempre decía que los orfanatos y los asilos de ancianos deberían estar juntos, porque así se adoptarían los abuelos y los niños solos , unos a otros.  Suena muy romántico. Así era mi mamá. ¡Ojalá todo el mundo tuviera la suerte de tener una mamá como la mía!
El otro día que conduje en el zócalo la Feria de Derechos Humanos, donde hubo varios grupos de rock y ska,  y ví  entre el público a todos aquellos jóvenes sin futuro inhalando solventes, y uno en particular bailando “slam” con su hijito de cinco años en hombros, llorando por estar recibiendo golpes en las piernitas en medio del “baile”, me sentí indignadísima, impotente, y profundamente triste.    ¡Qué cadena de desamor! Esos padres son hijos de otros padres que también se drogaban y no se enteraron de nada al concebir a sus hijos. De educarlos o amarlos ni hablamos…Y son personas…¡que no le importan a nadie!: Pobres, improductivos, ignorantes, manipulables…y violentos.
Pero no estoy cambiando de tema…Sólo quiero decir que lo mejor que podemos hacer por la humanidad, además de ayudar en pequeñas cosas a la ONG de nuestra preferencia, es amar mucho a nuestros hijos, respetarlos y enseñarlos a respetar y amar a los demás. Dedicarles el mayor tiempo que podamos y escuchar atentamente todo lo que tienen que decirnos.  Y fomentarles la bondad que todo niño trae adentro, antes de que el desencanto se las arrebate. No importa si somos religiosos o no. No importa si fué la virgen de Guadalupe la que iluminó a mi niñita hoy 12 de diciembre para ir a buscar a una abuelita, que ni siquiera es suya, o si fué el legado espiritual de mi propia abuelita – que era tanto o más buena que la mismísima virgen.  ¿Qué importa si la Guadalupana fue un invento exitoso de los españoles y ahora es una entidad milagrosa que le da esperanza a millones de personas? Lo que importa es que nosotros  existimos y nuestra capacidad de dar también. Dar y enseñar a dar. Dar algo más útil y práctico que lanzar cohetes como muestra de cariño.
Ya les contaré en qué acaba la historia con Chabelita. A ver si logramos verla en estos días.